The Cure en el Primavera Sound: apocalípticos e integrados
En dos horas y media -una duración absolutamente inusual en los festivales, pero establecida por la propia banda como condición para formar de la grilla-, el histórico grupo británico sumergió a la multitud que colmó el predio en un ensoñador viaje sonoro.
La jornada de apertura de la segunda edición en nuestro país del Primavera Sound, que se realiza en el porteño Parque Sarmiento, tuvo a The Cure como indiscutible y excluyente protagonista, no sólo por el peso propio de su historia, sino fundamentalmente por el inolvidable concierto que ofreció en el cierre de la noche.
En dos horas y media -una duración absolutamente inusual en los festivales, pero establecida por la propia banda como condición para formar de la grilla-, el histórico grupo británico sumergió a la multitud que colmó el predio en un ensoñador viaje sonoro, que se presentó en forma de narcótica angustia o, en el extremo opuesto, signado por la canción pop de esperanzadores tonos románticos; aunque, por supuesto, siempre bajo el ropaje de la oscuridad.
En el centro de esa escena, se alzó Robert Smith como un hechicero que, sin necesidad de grandes gestos, solo con reivindicar a ese inescrutable personaje que sostiene desde que se encontró con el maquillaje en los tempranos `80, monopolizó la atención.
Fue así como The Cure regaló uno de esos momentos en los que se pierde conciencia del tiempo y el espacio, a partir de una paleta de experiencias sensoriales que conectan con la desesperación y la opresión interna, del mismo modo que puede hacerlo con las facetas más dulces y festivas.
La intensidad estuvo en su punto de máxima tensión a partir de la gran labor instrumental, que encontró al histórico Simon Gallup trazando el tono lúgubre con su bajo, y entreverado en largas conversaciones con la guitarra de Robert Smith.
Es inconmensurable el aporte del gran Reeves Gabrels en guitarra, magistral en el manejo de efectos; al igual que los teclados de otro histórico, el «vampiresco» Roger O` Donnell; y la certera batería de Jason Cooper. Desde esa construcción sonora, emergió la desesperada y urgente voz de su líder.
Aunque el primer día del festival, que inició a las 14.30, tuvo una oferta variada con alrededor de una veintena de artistas repartidos en cuatro escenarios; desde muy temprano, la estética característica que rodea a The Cure abundaba entre quienes pululaban por el predio; lo que anticipaba que todo lo que ocurriría en el Festival quedaría opacado cuando los británicos desplegaran su set.
Los delineadores de ojos negros, los lápices labiales rojo, el pelo batido y la vestimenta negra anunciaban que la expectativa por ver al grupo británico era muy grande, pero a la vez creaban una escena retro-futurista a tono con la propuesta actual que representa la banda.
Pero ese retro-futurismo se convirtió en una utopía aún posible cuando The Cure subió a escena y revalidó en vivo clásicos cosechados en más de 40 años de historia.
Robert Smith y compañía la emprendieron con un repertorio de 27 canciones que expusieron el amplio espectro climático que son capaces de mostrar. Por caso, los pasajes más desesperantes encontraron banda sonora en «Alone», «At Night» o la excepcional versión de «A Forest»; y la lisérgica ensoñación se reflejó en «Fascination Street», «Desintegration», «Endsong», o la más reciente «From the Edge of the Deep Green Sea».
Por su parte, los arrebatos de dulzura emergieron en «Lovesong», «A Night Like This», «Just Like Heaven» y la intrigante «Picture of You»; mientras que la vena rockera latió fuerte en «Shake Dog Shake».
Y así como The Cure puede ser particularmente apocalíptico en diversos aspectos, también puede aflojarse un poco y sumarse a una ola de hits que alegremente empujan al baile, sin importar mucho el contenido de sus líricas, como sucedió con «In Between Days», «The Walk», «Lulluby», «Close to Me», «Why Can I Be You»?» y «Boys Don´t Cry».
«Los veré de nuevo», se despidió un absolutamente feliz Robert Smith, que se paseó por todo el escenario con una gran sonrisa para recibir la gran ovación que le dedicó el público sobre el final.
Esta frase ilusionó a los fans que no tendrán que esperar otros diez años para volver a ver a la banda en nuestro país, sobre todo cuando ya quedó definitivamente sepultada la mala imagen que el grupo se había llevado de la Argentina en 1987, a raíz de los desmanes ocurridos durante su presentación en Ferro.
Si bien es cierto que lo sucedido entre las 22 y las 00.30 en el Escenario Heineken fue la nota excluyente del primer día, también vale decir que a lo largo de la jornada abundaron las gratas sorpresas y las grandes confirmaciones.
Poco antes del show central, en el escenario Primavera, ubicado al lado, el local Dillom protagonizó un vigoroso concierto, acompañado por una enérgica banda de corte rockero industrial, en donde repasó fundamentalmente los temas de su disco «Post Mortem» y trazó un puente con los clásicos del rock local al realizar una fantástica versión de «Nos siguen pegando abajo», de Charly García.
También como antesala al plato fuerte de la noche, en el otro extremo del predio, en el escenario Barcelona, la irlandesa Róisín Murphy se diferenciaba claramente de la crudeza Dillom, con una propuesta artística emparentada con el art-rock.
Poco antes, cuando la tarde iba cayendo, los platenses de Él Mató a un Policía Motorizado y los británicos Slowdive pusieron la cuota de indie rock, aunque con distintos matices. Mientras que estos últimos transitaron por senderos más tradicionales de esta etiqueta, con una música ensimismada y monocorde; los liderados por Santiago Motorizado demostraron que ya juegan en ligas mayores y que han logrado dejar atrás cierto complejo de inferioridad que atraviesa a la escena indie.
Mientras tanto en el alternativo escenario «Nobody is Normal», K4, un trío de programaciones, batería y voz, llamó la atención con una oportuna lectura en castellano de «A Forest», de The Cure, en plan electro-pop, a cargo de un vocalista de estética glam.
Cuando todavía pegaba fuerte el sol en el predio del barrio de Saavedra, los dos escenarios principales comenzaron a tomar clima con la presencia de los ingleses Black Midi y el local Conociendo Rusia.
Mientras que los primeros hicieron un alarde exagerado de una mezcla de metal progresivo, punk y algunos coqueteos con el free jazz; el proyecto de Mateo Sujatovich sosegó los ánimos con su refinado pop cancionero y también trajo al recuerdo de Charly y Luis Alberto Spinetta con su lectura de «Rezo por vos».
Entre los números más tempraneros también destacó Richard Coleman, quien junto a su banda Trans-Siberian Express, cerró con su reconocida versión de «Héroes» y un homenaje a Soda Stereo a través de «Hombre al agua», con Flopa como invitada.
Casi en la apertura de esta primera jornada, iniciada a las 14.30, habían pasado por dos de los cuatro escenarios montados en el predio MI Amigo Invencible y Fantasmagoria.
El Primavera Sound tendrá este domingo su segunda y última jornada, en un día que tendrá como atracciones principales a Blur, Pet Shop Boys y Beck.