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Se cumplen 34 años del femicidio de María Soledad Morales: «Hubo justicia a medias», lamentó su madre

Ada Rizzardo dialogó con NA en un nuevo aniversario del crimen, el que comparó con el caso de Cecilia Strzyzowski por la participación de «los hijos del poder».

A 34 años del femicidio de María Soledad Morales, su madre, Ada Rizzardo, lamentó que hubo «justicia a medias» en el crimen, y consideró que el caso es idéntico al de Cecilia Strzyzowski, por la participación de los «hijos del poder».

En diálogo con la agencia Noticias Argentinas, la mujer recordó los sucesos posteriores al asesinato de su hija ocurrido el 8 de septiembre de 1990, y destacó las marchas del silencio encabezadas por las compañeras de su hija, que «enfrentaron el poder político y policial del momento».

«Fueron 82 manifestaciones en la capital dos nacionales y se realizaban en el interior de la provincia. Yo comencé a participar en la tercera y Elías -su marido- en la segunda», señaló Rizzardo.

Sostuvo que en la primera movilización los efectivos provinciales les impedían a las chicas salir a las calles porque decían que era «peligroso», pero las amigas de María Soledad se interpusieron y respondieron: «No, nosotras vamos a marchar por nuestra compañera».

«Entonces, (la directora del colegio, la monja) Martha Pelloni, les dijo ´bueno, pero en silencio´», rememoró Ada.

Resaltó que tras el asesinato de su hija la provincia se dividió entre aquellos que apoyaban al gobierno del ex mandatario Ramón Saadi y las personas que reclamaban justicia por la
estudiante.

En ese momento, contó que Saadi junto con algunos diputados concurrió a su casa y le garantizó que «se estaba investigando hasta las últimas consecuencias, caiga quién caiga».

“El jefe de Policía Miguel Ferreyra me puso la mano en el hombro y me dijo ‘es difícil saber lo que pasó, fue una secta diabólica’”, recordó Ada, quién le aseguró a Ferreyra que estaba equivocado porque “los integrantes de la secta tienen nombre y apellido”. «Se quedaron mudos y no vinieron más a mi casa», aseguró.

Por otra parte, Ada contó que entabló una conversación con Gloria Romero, la madre de Cecilia Strzyzowski, la joven de 28 años desaparecida el 2 de junio de 2023 en la ciudad chaqueña de Resistencia, y recalcó que es un caso idéntico al de María Soledad porque estuvieron involucrados «los hijos del poder», dado que César Sena (novio de la víctima) es el hijo del dirigente piquetero Emereciano Sena y su esposa Marcela Acuña.

«Siempre que surgen casos así, yo pido el número a los periodistas y me comunico con los familiares», describió, a la vez que reveló: «Yo hablé con Gloria. Me contó que hay mucha gente de la política metida en el caso. Sospecho que hubo encubrimiento. Fueron amenazados».

Por ejemplo, vinieron a mi casa la Federal de Catamarca y Buenos Aires, sabían que yo me quedaba con mis hijos menores y me decían que no hable porque se iban a conocer cosas muy feas de Sole», expresó.

Ada sostuvo que los policías la amedrentaban con que su hija tenía «dos mundos, uno bueno y uno malo, en el que habían cosas terribles».

En una oportunidad contó que les preguntó: «¿A usted les parece que si mi hija hubiera sido una cualquiera, tenían derecho de hacerle todo lo que le hicieron? Se quedaron mudos, no me
respondieron nada».

«No les tengo miedo. Voy a seguir caminando. Voy a seguir caminando. Después no vinieron más a mi casa», dijo en declaraciones a NA.

La mujer opinó que por el caso «hubo justicia a medias», ya que participaron siete u ocho hombres más aparte de los condenados en el femicidio y por la manera en que los poderes político, judicial y policial manosearon el caso. «Para ellos con condenar a dos ya alcanzaba», cuestionó.

Guillermo Luque, hijo del ex diputado nacional Ángel Luque, fue sentenciado a 21 años de prisión como autor del femicidio de la estudiante, mientras que Luis Tula recibió nueve años en carácter de partícipe necesario por haber violado y asesinado a la adolescente de 17 años. Ambos se encuentran en libertad.

Reveló que sus hijos los ven en algunas ocasiones en el centro de la ciudad y vuelven «enfermos y dolidos» a su casa.

«Yo les digo que miren para otro lado, que no digan nada porque yo sufrí lo mismo que ellos anteriormente», dijo, al tiempo que remarcó: «De la Justicia de Dios nadie escapa».

Actualmente, Ada tiene 74 años, es ama de casa y casi no sale. Disfruta de sus nietos y bisnietos que van de visita. Las celebraciones de los cumpleaños de sus hijos se organizan siempre
en su hogar.

«A mi hija la tengo siempre presente. Ella soñaba con ser madre y docente. Se la extraña todos los días», narra con tristeza.María Soledad Morales, segunda de siete hermanos, cumpliría 52
años el próximo 12 de septiembre.

El femicidio

María Soledad Morales, quien cursaba 5° año de la secundario en el Colegio del Carmen y San José, fue drogada, violada, desfigurada y asesinada el 8 de septiembre de 1990, tras retirarse
del local bailable Le Feu Rouge, donde se realizaba una fiesta con el objetivo de recaudar fondos para el viaje de egresados del colegio.

La joven se subió al auto de Luis Tula, un hombre que la invitó al boliche Clivus. En esa discoteca la presentó a otros individuos, hijos de funcionarios públicos y policiales de la provincia, entre los que se hallaba Guillermo Luque y, según el relato de distintos testigos, salió de allí acompañada de varios hombres que la subieron a otro rodado. Ese día fue vista por última vez con vida.

El 10 de septiembre de 1990 María Soledad, que soñaba con ser maestra de jardín, fue encontrada muerta en una zona conocida como Parque Daza (a siete kilómetros de la capital catamarqueña sobre la ruta 38) por unos operarios de Vialidad Nacional.

No obstante, la escena del crimen fue alterada por tres personas vistas por un colectivero. La causa del deceso fue un paro cardíaco producto de una dosis de cocaína que le obligaron a
consumir los secuestradores, violadores y femicidas.

Elías Morales, su padre, la reconoció por una cicatriz en una de sus muñecas, debido a que su cuerpo estaba desfigurado, con la mandíbula fracturada, quemaduras de cigarrillo, le faltaba el cuero cabelludo, las orejas y un ojo.

El mismo jefe de la Policía de la Provincia, comisario general Miguel Ángel Ferreyra -padre de uno de los señalados-, al hallar el cadáver ordenó que lo lavaran, borrando huellas y pistas
importantes.

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