«No esperaré a convertirme en un vegetal»: el dramático pedido de eutanasia de una mujer de 43 años
«Mi cabeza funciona, pero mi cuerpo me abandona. No esperaré a convertirme en un vegetal para actuar», dijo Imhoff, de 43 años.
«Antes podía sobrellevar mi discapacidad, pero ahora ya no puedo», agregó Lydie Imhoff en el consultorio del psiquiatra Marc Reisinger que consulta en Bruselas.
Para tratar de contribuir al debate sobre la eutanasia, Imhoff aceptó que un equipo de la AFP asista a la integralidad de la consulta
Bélgica ya legalizó la eutanasia, a diferencia de Francia, que aún reflexiona sobre los aspectos morales y legales del fin anticipado de la vida.
Pero la «salida de emergencia» que vino a buscar Imhoff tiene cerraduras y guardianes, y por eso debe entrevistarse con un psiquiatra para explicar su decisión y dejar constancia de que la tomó plenamente consciente.
Postrada en una silla de ruedas y acompañada por una cuidadora, Imhoff viaja regularmente desde la ciudad de Besançon, en el este de Francia.
Durante los 45 minutos de la consulta, Imhoff cuenta una historia desgarradora, con una infancia marcada por sus discapacidad y también por la violencia y el abuso en su familia.
A veces mecha comentarios humorísticos que sorprenden al psiquiatra, como cuando habla de su mascota, un conejo «compañero de piso en libertad».
Imhoff nació prematura, luego de un embarazo de apenas cinco meses y medio, y sufrió un ictus casi de inmediato que le dejó paralizado todo el lado izquierdo del cuerpo.
A pesar de ello, insistió en su afición preferida, la equitación, pero una caída en 2009 le provocó un grave traumatismo de cráneo y la fractura de varias vértebras.
«No será de inmediato»
Imhoff afirma, sin embargo, que no pretende someterse a eutanasia en el corto plazo. «No será de inmediato», dijo, pero teme que los síntomas se agraven y que los espasmos musculares se tornen más frecuentes.
El detonante para buscar una consulta en Bélgica ocurrió cuando perdió la sensibilidad en la mano derecha, que usa para leer en braille.
«Quedé devastada. Mis dedos son todo lo que queda para conservar una existencia autónoma», dijo.
También admite que creó un caparazón psicológico para aislarla de su dolor, pero dijo que no es fácil mantener esa fachada cuando ciertas partes del cuerpo sucumben a la agonía.
Reisinger está convencido de que cumple con los criterios, como si hubiera pasado una prueba. «Creo que vamos a poder ayudarte a hacer lo que quieras hacer, cuando quieras hacerlo», dijo.
La ley belga, aprobada en 2002, despenaliza la eutanasia y permite la inyección letal si dos médicos -un especialista y un generalista- están de acuerdo.
El texto también estipula que el paciente esté en un sufrimiento «constante, insoportable e intratable» causado por una condición ‘grave e incurable».
Aún con criterios tan duros, en 2022 la Comisión Federal de Supervisión y Evaluación registró 2.966 actos de eutanasia en este país de 11 millones, un aumento de poco más de 10% con relación al año antrior.
La mayoría de los que eligieron esta ruta final tenían cáncer, seguidos por un grupo con múltiples patologías. Entre los que buscaron una muerte más rápida, 53 eran oriundos de Francia. (AFP)