Murió el actor Rodolfo Bebán
El actor Rodolfo Bebán murió este sábado por la noche a los 84 años, así lo informó la Asociación Argentina de Actores.
“Con gran dolor despedimos al actor y director. Su extensa trayectoria artística incluye inolvidables trabajos en cine, teatro y televisión. Afiliado a nuestro sindicato desde 1962. Acompañamos a sus hijos, familiares y seres queridos en este duro momento”, escribieron desde la entidad en sus redes sociales para despedir al notable artista, que se encontraba desde hace años internado en un geriátrico.
Una frase atribuida a Platón afirma que si hay algo por lo que vale la pena vivir es “por contemplar la belleza”. El filósofo no se refería solo a la estética sino a todo aquello que nos fascina y provoca admiración. Quizá si Platón hubiera visto en el escenario a Rodolfo Bebán lo hubiera puesto de ejemplo de “lo bello”. Porque Bebán era de esos raros artistas que enmudecía a la platea con su presencia pero que era ovacionado por su talento.
Ser actor fue parte de su carga genética. Su padre, Miguel Tilli era un artista de prestigio conocido como Miguel Bebán. Crítico severo de Rodolfo, cuando su hijo comenzó a actuar le dijo que usaría su apellido artístico pero su padre lejos de mostrarse orgulloso le retrucó ¿Qué merito hiciste para llamarte Bebán? Nada, contestó el hijo. Solo cuando tuvo éxito se animó a dejar el Tilli para convertirse en Bebán. Nunca logró llamar padre a su padre, siempre se refería a él como Miguel. Si como familia mantuvieron un vínculo distante como actores se respetaron. “A Miguel lo asistí hasta su muerte, él vino a Buenos Aires, desde Rosario, en el 82 y estuvo viviendo en una casa mía hasta que falleció. Siempre lo asistí y, aunque nunca estuve bien con él, no puedo dejar de reconocer de quién soy hijo. Era un hombre de teatro más que un actor y cuando ves trabajar a tipos como mi padre, o Ernesto Bianco, Alfredo Alcón o Pepe Soriano, ves clases de teatro. Y con eso nunca podés pelearte”.
Rodolfo creció en Morón, junto a su madre y su nueva pareja al que sí llamó papá. En su casa estaba permitido todo menos pronunciar la palabra “teatro” o soñar ser actor. Su madre decía que el teatro había destruido su matrimonio y que no rompería su vínculo con su hijo. Rodolfo pensó que su destino sería piloto de avión. Pero lo que el hombre piensa, no siempre coincide con lo que el destino decide. En una tarde aburrida con un amigo pasaron por el teatro municipal y vieron un cartel “Se necesitan extras para Fuenteovejuna”. Un poco por curiosidad y mucho por desafío se presentaron; lo que empezó como travesura se transformó en pasión. Ese año trabajó como extra y al año siguiente, cuando se armó la obra, Música en la noche, dirigida por Pedro Escudero ya era el personaje principal. Después siguieron clases de teatro con profesores que transmitían más el amor por el oficio que por la fama que a veces trae el oficio.
Las primeras obras fueron en el teatro independiente –hoy lo llaman under-, luego integró la Comedia Nacional, en el Teatro Cervantes. Comenzó a ganarse un lugar a fuerza de trabajo y talento en los escenarios. Fue protagonista de obras que llenaban teatros y eran aplaudidas por crítica y público. Estuvo en La extraña pareja donde arrasaba junto a Palito Ortega, Vivamos un sueño, con Claudia Lapacó y Las mariposas son libres con Ana María Campoy, China Zorrilla y una modelo que empezaba su camino a la fama: Susana Giménez. También se destacó en Lorenzaccio, junto a Alfredo Alcón. Otras de sus más grandes actuaciones fue en Diario de un loco con la dirección de su padre Miguel Bebán. Protagonizó El sable donde se animó a meterse en la piel de Juan Manuel de Rosas.
Pero ya se sabe que el teatro da prestigio y la televisión, popularidad. El éxito masivo le llegó con la telenovela El amor tiene cara de mujer, junto a Bárbara Mujica y Thelma Biral. Luego siguieron Malevo y Cuatro hombres para Eva. Su atractivo trascendía la pantalla. En tiempos donde el Instagram ni se soñaba se lanzaron álbumes con imágenes suyas coleccionables.
Aunque no renegaba de su figura de galán también sentía que la fama le daba pero le quitaba. Cuando todavía era Tilli solía ir a las milongas y participar en torneos de esgrima. Pero con la popularidad tuvo que abandonar esas actividades porque la gente iba a ver a “Bebán, el de la tele” no al gran bailarín tanguero ni al buen esgrimista. A él le gustaba sentirse mirado en sus personajes pero no en su persona, perder el anonimato era la parte de la fama a la que jamás se acostumbró. Cuando le pedían una foto solía acceder con timidez. “La ronda de fotos, el pedido de autógrafos es algo con lo que nunca me llevé bien. Ahora está sólo el recuerdo de la gente, pero antes era peor porque estaba la pasión. Cuando salía de un lugar se querían llevar una parte mía como souvenir”.
Sin embargo, la tele también lo llevó a uno de sus mejores trabajos, Juan Moreira. La película fue dirigida por Leonardo Favio. “Favio no se hubiera fijado en mí si no me hubiera visto en la tele. Cuando me eligió, los únicos que creíamos que yo podía ser Moreira éramos él y yo, nadie más”. Bajo su dirección, Bebán encarnó a ese gaucho matrero que se convirtió en el ícono de una época donde la inclusión y la redención de las clases populares no parecía lejana. La película fue vista por tres millones de personas y se convirtió en una de las más taquilleras de la historia argentina. En cine también actuó en Los muchachos de antes no usaban gomina, Juan Manuel de Rosas, Proceso a la infamia, Los orilleros, El fantástico mundo de la María Montiel, La invitación y Seguridad personal.