Marita Ballesteros confió su tristeza más profunda: «Fue lo peor que me pasó en la vida»
La querida actriz brindó una entrevista súper profunda a Pronto donde habló de la muerte de su marido, Julio, y reveló qué situación la sumió en una ataque de angustia y llanto. Su palabra.
Actriz con una vasta trayectoria artística, Marita Ballesteros (71) este año se lució con su trabajo en la novela de Telefe El primero de nosotros, donde compuso a Adriana y actualmente se abocó al teatro. La prestigiosa actriz forma parte de dos espectáculos distintos: por un lado, le da vida a Marco Antonio junto a Moria Casán en Julio César, en la versión libre de José María Muscari que se presenta los sábados y domingos a las 17 en el Teatro El Plata, en Mataderos. Y por otro lado, los miércoles a las 20.30 le toca interpretar a una anciana de 89 años en la pieza Torna Amore, en el Teatro El extranjero (Valentín Gómez 3380).
En una charla súper íntima con Pronto, Ballesteros no solo habló de su presente ligado al teatro sino que recordó a sus padres, se refirió al paso del tiempo, el dolor por la muerte de quien fuera su marido, Julio Laurindo, y cómo son sus días post impacto emocional de la pandemia. «Es un momento hermoso y estoy súper agradecida. Torna Amore es netamente teatro independiente y Julio César pertenece al circuito oficial, con dependencia del Teatro San Martín. Me encantan las dos propuestas y si me gusta la obra y el elenco, me sumo siempre», arrancó la artista.
«No me importa es lugar donde me toque trabajar: pensá que venimos de actuar en Mérida, España, para tres mil personas en un festival al aire libre y ahora me toca en una sala preciosa del Abasto. Para mí es lo mismo que haya tres personas que tres mil. Te lo digo sinceramente, aunque siempre me pongo nerviosa cuando me toca hacer teatro», agregó.
En la entrevista se refirió al paso del tiempo y cómo se lleva con sus 71 años. «Mirá, no me gusta ser vieja. Esa es la verdad. Todavía no lo tengo resuelto y no es que te voy a decir: ´Qué lindo es envejecer´. ¡No, no, no! Creo que todo esto que pasó puso en evidencia lo que ya sabíamos: que todo es efímero, que la muerte está a la vuelta de la esquina y mirá que yo soy de las que creen que todo sigue y que tengo gente que adoro esperándome arriba», se sinceró.
-¿Quién te está esperando arriba?
-Mi marido, Julio, que es el amor de mi vida y se murió jovencísimo. También mis padres. No es que tengo una visión de que acá se termina todo. No, no. No creo para nada en eso. Creo que todo sigue pero la vida sigue porque nos la pasamos saltando obstáculos. Y hay veces que todo es más fácil. De vez en cuando, como dice Serrat, la vida toma conmigo un café. Y a veces es más difícil. Esto es así para todos: yo nunca me quiero sentir diferente ni dramática porque a todos nos pasan cosas. Jamás me victimizo. A algunos les pasan cosas más crueles que a otros pero a todos nos suceden cosas. Tuve un destino bastante bueno en ese sentido y no hay alternativa: o te morís o envejecés. No hay otra manera. Para colmo, mi madre, Delia, vivió hasta los 100 años y yo viví la vejez muy de cerca.
-¿Hasta los 100 años vivió tu mamá?
-Sí, muy longeva y, además, llegó re sana. Al final se decayó y no tenía más ganas de hacer nada. Viví su vejez de cerca porque mi madre vivía a cuatro cuadras de mi casa y estaba mucho con ella. Mamá murió a los 100 y papá, Eduardo Alberto, a los 89, que casualmente es la edad de mi personaje en Torna Amore. Es increíble eso, ¿no? También era grande. Uno no puede entender la vejez hasta que la empezás a vivir. Por más que me digan que estoy bárbara y lo entiendo porque estoy vital y me siento bien, los años van pasando y lo noto. Quizás haya excepciones, pero a la mayoría no le gusta envejecer. Esto es la vida.
-¿A Julio lo sentís presente?
-Sí y lo extraño muchísimo. Lo tengo en mi alma. Ese hombre fue el amor de mi vida y siento que fuimos almas gemelas. Te lo digo sinceramente. Fue el amor de mi vida. Era un médico de alma, compasivo y siempre le decía: “Qué suerte que sos médico” porque a un médico que sabe mucho pero no es cálido o compasivo con el otro, yo no iría. Me parece que parte de la curación tiene que ver con el paciente y con cómo es el médico también. Julio sabía muchísimo, estudiaba todo el tiempo y era lo más humilde que había. Cuando tuve que remover el consultorio, que fue lo peor que me pasó en la vida desde el dolor y el llanto, encontré doctorados que había hecho y que jamás me había contado. Era cero manda parte de nada. A veces me pasa que algunos de sus pacientes, que sabían que estaba casado conmigo, me paran por la calle y me dicen cosas divinas de él. Eso me llena de orgullo.
-¿Lo más doloroso fue desarmar el consultorio?
-Sin dudas. Fue terrible. Peor que desarmar mi casa. Yo me mudé una vez que Julio murió. No quise quedarme en la casa, la vendí y me vine a Palermo, a una zona llena de jóvenes y cerca de un polo gastronómico con mucha movida. Está lleno de bares y restaurantes. La muerte de mi marido fue un golpe enorme porque nunca lo había visto enfermo. ¡Nunca! Y a los 55 días se murió.
-¿Qué le pasó?
-Tuvo cáncer y fue fulminante. Uno entiende que todos tenemos un destino y yo le estoy agradecida a la vida por haberme regalado a ese hombre. Agradecidísima. Antes, cuando recién se murió, no podía decir esto porque estaba en medio de un ataque. Ahora que lo procesé puedo decir que estoy agradecida de haberlo tenido en mi vida porque me ensanchó el alma y el amor fue tan fuerte que me hizo crecer. Nosotros nos casamos de grandes.
-¿A qué edad?
-Lo conocí a los 52 y nos casamos a los 55. Ya vivíamos juntos y todo. Ninguno de los dos tenía hijos, nos casamos así porque quisimos y fue hermosa la ceremonia y la fiesta. Se vino Omar Calicchio con un show que era como estar en el mejor espectáculo de Las Vegas. No sabés lo que fue ese casamiento. Todo el mundo nos decía: “¡Qué belleza de casamiento!”. Tocó una orquesta, nos casamos en un hotel de Pilar que ya no existe más y la gente estaba feliz porque tenía que cruzar la plaza central. Yo había puesto fanales con un caminito en la plaza sin pedir permiso, ¡una loca total!
-Cumpliste tu sueño de ponerte el vestido blanco.
-Sí, todo, como si fuera a los 20 pero a los 55. Además, estaba toda la familia y éramos un montón porque calculá que tengo 19 sobrinos nietos, una hermana que tuvo cinco hijos y muchos sobrinos. Entré con Julio y todos nos esperaban en el lugar; fue impresionante. Todo pasó y siempre me queda en el alma ese recuerdo imborrable. Soy una persona que me ocupo de querer, no de que me quieran tanto. Querer te da una gran felicidad y después si lo demás te quieren o no, ya es un agregado. No me fijo en eso, no me importa.