Los economistas copan la campaña presidencial y no logran quitarle centralidad a Javier Milei
El libertario no tardó en darse cuenta muy rápido que no había problema más importante para el argentino medio que lo que sucede en los bolsillos.
Es lógico. Es 100% razonable. La inflación de agosto fue del 12,4%. Anualizada ya supera el 124%. Y las proyecciones son catastróficas a punto tal que el propio viceministro de economía ya adelantó que el IPC de septiembre será igual o peor.
Con todo esto: ¿acaso no es lógico y razonable que la economía sea el centro de la campaña presidencial 2023? Claro que sí.
Profundicemos un poco. En términos macroeconómicos, la Argentina es un paciente politraumatizado en terapia intensiva. Tiene problemas graves de salud en todo el cuerpo. El último “informe médico” dice lo siguiente:
- PIB per cápita +0,4%
- Inversión 18,9% (con relación al PIB)
- Inflación anualizada 124%
- Desempleo 6,9% (no contempla planes sociales ni personas en búsqueda)
- Pobreza 43,4%
MACRO 2010-2019 (promedio anual)
- PIB per cápita +0,2%
- Inversión 17,1% (con relación al PIB)
- Inflación 33%
- Desempleo 7,9% (no contempla planes sociales ni personas en búsqueda de trabajo)
- Pobreza 29,3%
Su desafío es complejo. ¿Cómo hacerle entender a la población que aquel que dirige la política económica de un país en crisis económica es el mismo que promete resolver la crisis económica?Para peor: Massa, a diferencia de Milei y de Bullrich, no tiene la posibilidad de mostrar equipo técnico como señal de confianza, ya que su equipo técnico -aún dotado de personas prestigiosas y valoradas- es el mismo que hoy trabaja en el ministerio. Ergo, son aquellos que no están resolviendo los problemas económicos actuales. Se eligió entonces una dirección discursiva: “Sin Massa esto sería aún peor”. Y hasta podría ser cierto. Lo que pasa es que la situación actual, aún pudiendo ser peor, ya es excesivamente mala. Con lo cual, al menos 80% de la gente que fue a votar, no creyó en aquella teoría. Desechado ese objetivo, apremiado por una crisis económica que va in crescendo, con las elecciones a la vuelta de la esquina, sin poder mostrar equipo ni discursos esperanzadores, dotados de lógica, el candidato oficialista metió mano en la caja de herramientas del populismo y salió a la cancha a inyectar pesos en una plaza ya inundada de pesos. Es decir, que está queriendo curar una enfermedad con aquello que la provocó. El razonamiento es lógico. La inflación no es otra cosa que la pérdida de poder de compra del dinero. Más pesos dando vueltas en plaza, misma oferta de bienes y servicios, menos poder de compra del billete. No hay más que eso. Son recetas que jamás funcionaron. Juan Carlos Torre, en su excelente libro Diario de una temporada en el quinto piso, relata al detalle cómo su entonces jefe, el ministro de economía de Alfonsín, Juan Sourruille, intentó muchas veces y sin éxito explicarle al presidente por qué inyectar pesos en plaza era más una enfermedad que un antídoto. Y cómo eso terminó eclosionando en un estado de hiperinflación. Increíble cómo 40 años después se siguen implementando ideas que condujeron al país a fracasos cíclicos pagados por la población. Hoy todos los foros poder, formales e informales, hablan de economía. No hay tema más importante. Aún los amantes de la cuestión social como centro de todas las cosas tomaron forzosamente consciencia de que aquellos problemas sociales obedecen al final de cuentas a un problema económico que trasciende en el tiempo provocando desempleo y pobreza. Hoy todos saben cuál es la pregunta. Ahora bien, ¿saben cuál es la respuesta?