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La Masacre de Napalpí, una herida que no cierra

La represión en una comunidad qom en Chaco, el 19 de julio de 1924, dejó más de 200 muertos. El episodio aún permanece semi oculto.

El 19 de julio de 1924, en el departamento de Quitilipi, provincia de Chaco, se perpetraba uno de los episodios más bochornosos contra una comunidad aborigen en Argentina: la “Masacre de Napalpí”.

Por aquellos años se había instalado las creencias “milenaristas” en las comunidades indígenas. Esta idea hablaba de la llegada de un tiempo mejor donde de la mano de un líder todos los sufrimientos de las comunidades aborígenes serían desterrados y los “hermanos” que habían sido matados por los blancos resucitarían.

Con estas ideas se organizaron movimientos de resistencia la opresión de los blancos y uno de esos lugares fue en la reducción Napalpí de los indios qom. Allí vivían explotados en las tareas de tala de árboles y la cosecha de algodón.

En 1924 el Gobierno comenzó a cobrarles un 15% de las ganancias que obtenían por la venta de la cosecha. Algunos indígenas enceguecidos atacaron a los colonos vecinos, robando animales. Se corrió la voz que los aborígenes se estaban armando.

El gobierno quería dialogar, pero los colonos pedían represión y los indios reclamaban igualdad. No prosperó el encuentro y comenzó a gestarse la tragedia.

Al amanecer del 19 de julio, unos 130 hombres fuertemente armados rodearon el campamento indígena. Estos últimos los esperaban bailando, en la creencia de que las balas no les harían nada. No hubo resistencia
alguna, ellos sólo esperaron.

Esperaron al fusilamiento, ya que eso fue lo que ocurrió. Mataron a hombres, mujeres y niños. Dispararon cinco mil tiros durante 45 minutos.

Una masacre que incluyo extracción de testículos, penes y orejas de entre los muertos: “…les extraían el miembro viril con testículos y todo, que guardaba la canalla como trofeo… esos hasta fueron exhibidos
luego, haciendo alarde de la guapeza en la comisaría… Para completar el tétrico cuadro, la policía puso fuego a los toldos, los cadáveres fueron enterrados en fosas algunos quemados”, según refleja el diario de sesiones de la Cámara de Diputados a raíz de que el 24 de septiembre de 1924, a instancias del bloque socialista, el ministro del Interior del presidente Marcelo T. de Alvear, Vicente S. Gallo, fuera interpelado durante seis horas sobre este episodio.

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