Juana Manso: Educadora, periodista, escritora, traductora y feminista
Aulas mixtas en las escuelas, recreos, eliminación de castigos físicos para chicos y chicas, el fomento del juego y el aire libre en los establecimientos educativos son algunas de las propuestas de Juana Manso.
Juana Manso escribió poesía y literatura; fue traductora de múltiples idiomas; fundó su propio periódico; creó y dirigió escuelas; propuso y llevó adelante políticas educativas innovadoras; peleó por los derechos de las mujeres convirtiéndose en precursora del feminismo en la Argentina, Uruguay y Brasil.
«Y llegará un día en que el código de los pueblos garantizará a la mujer los derechos de su libertad e inteligencia», afirmó Juana Manso. La educadora argentina, precursora del feminismo, abogó incansablemente por la consideración de la labor docente como profesión científica, la introducción de nuevas ideas pedagógicas y, sobre todo, el bienestar integral de niñas y niños.
La docencia como profesión científica
En muchos de sus escritos, Juana Manso expresó que para obtener buenos maestros y buenas escuelas lo esencial era mejorar las condiciones de ambos. Consideró el magisterio como una profesión científica, igual que la cirugía o la pintura, las que exigen, para un desempeño profesional, conocer de anatomía o las leyes del color, respectivamente. Para subsanar la situación, a su entender casi humillante, de maestros y maestras, fundó la Asociación de Maestras con la finalidad de convertirla en un centro de intercambio de información y materiales didácticos.
Para lograr un marco legal que sostuviera esta propuesta, Juana envió a la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires un proyecto de Ley Orgánica de la Enseñanza Común, en el que solicitó todos los reconocimientos y condiciones necesarias para promover el profesionalismo docente.
Manso inició el movimiento de defensa del maestro y la maestra como trabajadores e instaló los comienzos del sindicalismo docente:
Es preciso no perder de vista el estudio que encierra la siguiente proposición:
¿Qué condiciones son necesarias para hacer feliz al maestro de escuela?
-¿Qué condiciones necesita la escuela para hacerse agradable al niño, deseada por él?
Resolver estos dos problemas importaría la mejora radical de la educación; así como meditar detenidamente el estado en que ambos se encuentran —el maestro, la escuela— patentizaría todos los males que pesan sobre ramo tan vital.
El sueldo insuficiente, el saber muchas veces escaso y la moralidad dudosa, he ahí el tipo general de aquel que está llamado a formar el corazón y la mente de toda una generación.
Y la escuela es, como sabemos, cualquier casucho viejo, sucio, blanqueado una vez cada diez años, que recibe, donde caben treinta, cien o ciento cincuenta niños.
Árida la enseñanza, pesado el método, malo el aire, ímproba la tarea, el niño no ama su escuela —tampoco tiene motivos para amarla— porque es un lugar de penitencia, es el presidio de sus tiernos años; so pretexto de educarlo allí lo condenan al suplicio de la inmovilidad, sin volver la cabeza, sin chistar.
—¡En la escuela no se juega! —grita el maestro.
—¡En la escuela no se charla!…
¿No es original querer exigir de la movilidad de la infancia lo que apenas cumplen en la virilidad de la vida los paralíticos, los misántropos y, en suma, todos aquellos que la mano de Dios hiere con la dolencia del cuerpo o del espíritu? Juana Manso. (1866). El maestro y la escuela.
Los jardines de Juana: para hacerle frente a la rutina
Como Manso se preocupó por la educación de las niñas y los niños desde el primer año de vida, impulsó la creación de instituciones que llamaba «jardines», en los que debía tenerse en cuenta tanto el aspecto físico y como el emocional.
Los jardines de niños han sido, pues, concebidos bajo el plan de la floricultura y el maestro es el Jardinero de la mente… Necesítase, en verdad, un buen patio para recreos, resguardado del sol y de la lluvia, y siempre que puedan proporcionarse árboles y enredaderas olorosas será doble ventaja. Sin embargo el apodo de «jardines» dado a estas escuelas proviene de lo agradable que son a los niños por los métodos, que mucho difieren de la rutina rancia. Juana Manso. (1867). Escuelas jardines.
Una voz femenina combatida y poco escuchada
Su vida no fue fácil en ningún aspecto. Primero, por haber sido mujer inmersa dentro de una cultura dominada por la mentalidad masculina. Segundo, su época estuvo signada por los enfrentamientos propios de la génesis de las naciones latinoamericanas y por las ideologías que, desde Europa, conmocionaban a América. En tercer lugar, por sus convicciones inamovibles sobre la ética, la moral y el bien social. Cuarto, por haber demostrado ser inteligente, creativa y apasionada. Todas estas condiciones que, desde una mirada actual, son muy loables en su tiempo escandalizaron, y como respuesta recibió injurias, ataques y críticas a su persona y sus obras. Juana Manso fue una voz en el desierto.
Juana no solo reivindicó los derechos de la mujer ejerciendo el rol de abogada defensora, sino que pretendió cambiar su representación social y su autoestima. En sus alegatos siempre concede a la mujer las mismas capacidades intelectuales que los hombres y, por lo tanto, los mismos derechos y obligaciones.
Aunque en su época raramente se lo reconocieron, muchos de sus proyectos, sugerencias y propuestas en materia de política social y educativa pueden considerarse las bases de futuras leyes, como por ejemplo la Ley de Matrimonio Civil, la Ley 1420 de educación común, gratuita y obligatoria, la de defensa de los derechos de los docentes, la que protege a la niñez desvalida, la que reconoce el papel de la mujer en la sociedad y la de las bibliotecas populares, entre otras.
Conocedora de diversas culturas por sus viajes, experiencias y estudio de casos —tanto en los Estados Unidos, Cuba, Brasil y Uruguay como en la Argentina—, y lectora voraz de pedagogos y maestros europeos, como Pestalozzi, Froebel, Herbart y Rousseau, que constituyeron líneas directrices en la educación del siglo XIX, Juana fue la mujer que más luchó para que se instalara la educación popular en nuestro país.
Manso se ocupó de destacar la función de maestras y maestros como personas generadoras de ambientes sanos y adecuados para desarrollar y guiar el trabajo del alumnado. Dio especial importancia a la actividad libre de niñas y niños, a una enseñanza respetuosa de sus intereses y promotora de su espontaneidad.
Fue una enemiga manifiesta de los castigos corporales —de uso habitual en su época— y también de los premios para estimular el buen comportamiento, porque consideraba que «ambos extremos debilitaban y enfermaban el temperamento». Juana rechazó los dogmatismos y la enseñanza basada en la transmisión verbal; adhirió en cambio a una educación donde el alumnado tuviera una participación activa, basada en la intuición, como método aconsejable para el aprendizaje.
Partidaria de la educación experimental, Manso postuló el principio de la educación integral (razón y acción) y fue precursora del juego al servicio de la educación. Resultan asombrosas para la época, y como aportes de una mujer, las siguientes ideas sobre qué significa educar:
Educar es fortificar el cuerpo desde la más tierna edad según las leyes de la salud para que pueda resistir a las enfermedades; preparar la mente para comprender todas las relaciones con la sociedad, atraer a una manifestación activa de todas las facultades con que ha sido dotada para que obre en el conjunto armónico de la acción y adquiera conocimientos útiles; robustecer la naturaleza moral donde el sentimiento del deber reglamente nuestra conducta honorablemente tanto en la vida privada como en la pública. Para llenar cumplidamente este objetivo no basta que las maestras tengan únicamente buen corazón porque suponer eso, equivaldría a negar que la educación es una ciencia, cayendo en el antiguo oscurantismo. Juana Manso. (1869). Anales de la educación común.
El recreo y las escuelas mixtas
La cantidad de horas que niñas y niños pasaban dentro de la escuela fue otra de las cosas que Manso cuestionó durante su trayectoria. Su propuesta era iniciar la actividad a las 7, a las 10 tener media hora de recreo y luego media hora de aseo para después almorzar y volver a las aulas hasta una hora adecuada para cerrar el establecimiento y regresar al otro el día. Y es a ella también a quien los y las estudiantes del sistema educativo de la Argentina deben los recreos. Fue ella quien los impulsó, ya que estaba convencida de que los y las estudiantes necesitaban una pausa para poder distenderse durante los períodos de aprendizaje. Años más tarde, con la sanción de la Ley 1420 los recreos se volvieron obligatorios.
Las ideas liberales de Manso, que promovían la renovación de la educación —como la propuesta de escuelas mixtas, por ejemplo—, tuvieron fuertes detractores. En 1859 ni la Municipalidad ni el Estado de Buenos Aires, consideraron sus propuestas pedagógicas. Y es que para muchas personas en ese momento resultaba un insulto pensar en la escuela mixta.
Mientras las escuelas municipales eran exclusivamente para varones, la Sociedad de Damas de Beneficencia se encargaba de la educación de niñas y de la atención de los pobres. Esta entidad, en manos de un grupo de mujeres, no tenía injerencia en las decisiones políticas.
Manso vio la necesidad de promover y defender el establecimiento de escuelas mixtas, con la idea de incluir a las niñas dentro del sistema educativo formal. Por esta y otras ideas innovadoras, Manso fue apodada la Loca.
Finalmente, con el apoyo de Domingo F. Sarmiento, quien por entonces desempeñaba el cargo de director de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, Juana fue nombrada directora de la Escuela de Ambos Sexos, con sede en la parroquia de Montserrat. En ese momento Sarmiento le ordenó: «Reciba a todos los que vengan», lo que dio como resultado un elevado número de inscripciones.
Los aportes de Juana Manso a la educación, la política y la lucha por la igualdad de géneros son invaluables. Fue una mujer adelantada a su época con una visión de futuro diversa y una sensibilidad centrada en la justicia social.
Fuente Educ.ar