Día Nacional del Chamamé en un nuevo aniversario del fallecimiento de Cocomarola
El Día Nacional del Chamamé se celebrará mañana en homenaje al músico correntino Mario del Tránsito Cocomarola, uno de los máximos exponentes del género, quien murió el 19 de septiembre de 1974 y dejó más de 300 canciones, entre las que se cuentan “Kilómetro 11”, un himno de la música popular y clásicos como “Puente Pexoa” y “Retorno”.
Cocomarola nació el 15 de agosto de 1918 en El Albardón, departamento de San Cosme, provincia de Corrientes, un lugar famoso por la turística Laguna Totora. Era hijo de Felipe Cocomarola, un inmigrante italiano, y de Vicenta Aquino, quien venía de San Luis.
“Mañana es el Día Nacional del Chamamé por el aniversario de la muerte de uno de los más grandes compositores de esta tradición: Mario del Tránsito Cocomarola, hombre que arrancó tocando primero el acordeón verdulera diatónica. en la cual compuso toda una serie de chamamés como ‘Laguna Totora’, “El cangui’ y ‘La colonia’. y después se pasó al bandoneón en donde desarrolló toda su música todas sus composiciones, dijo a Télam el acordeonista misionero Chango Spasiuk.
Cocomarola fue un innovador, dio a la música del litoral un gran proyección y logró que los sonidos de su región se escucharan en todo el país, razón por la cual la Ley Nº 3278 estableció esa fecha como el Día del Chamamé a nivel provincial y años después, en 2009, se extendió a nivel nacional. debido a la promulgación de la Ley Nacional N° 26.558.
A los 13 años y tras la muerte de su padre llegó a la capital de Corrientes y apoyó económicamente a su familia con lo que mejor sabía hacer: tocar el bandoneón.
A lo largo de su extensa trayectoria, tocó en varios grupos: en 1940 llegó a Buenos Aires y dos años después formó el Trío Cocomarola, con el que debutó discográficamente.
Luego de 16 años con este grupo, lo contrató el sello Phillips, razón por la que cambió su nombre a Tránsito Cocomarola y Su Conjunto, denominación con la que tocó por el resto de su vida.
Los homenajes a Cocomarola no se acaban ahí, ya que una importante calle de la ciudad de Corrientes fue bautizada con su nombre, del mismo modo que el anfiteatro donde se realiza la Fiesta Nacional del Chamamé.
Otras salientes composiciones con su firma son “El zaino”, “Mírame, “Virgencita de Itatí”, “La Picada”, “Amor supremo” y “Camino del Diablo”, «Las tres Marías».
“Hay grandes compositores en la tradición del chamamé –continuó Spasiuk-. Isaco Atibol que tocaba el bandoneón, Ernesto Montiel que tocaba el acordeón, Tarragó Ros que tocaba el acordeón; cada uno desarrolló todo un mundo estético, pero en Cocomarola hay algo arquetípico, hay algo como si fuese un plus que lo hace sumamente interesante”.
“Los cantores que eligió, los ensambles que armó, la dupla de bandoneón y acordeón como la que tuvo con Roque Librado González, un gran acordeonista arquetípico también para la estética del chamamé. Cocomarola es la radio arriba de la heladera en el patio de la casa de mis padres, es la mañana y es la siesta”.
El consagrado músico misionero que el jueves en el porteño teatro Coliseo volverá a asumir en directo el repertorio de su más reciente disco «Eiké!», recordó como Blas Martínez Riera, hablaba de Cocomarola.
“Hay una fuerza en su música, y por eso Blasito lo llamaba el ‘Taita’ del chamamé (‘Taita’ para muchos es como alguien que tenía mucha potencia, pero también es como si fuese un padre) que bajaste a la tumba sereno y fuerte con una sonrisa en los labios, como si una voz del cielo te dijera, ven Mario del Tránsito Cocomarola, ven que te espera el premio de tu virtud, el chamamé’, este rezo que se baila, este baile que se reza, mañana es el día y para los que tenemos el chamamé en nuestro corazón, todos los días son el día del chamamé”.
Acerca de este género, también habló con esta agencia la cantora Boni, quien junto a Rafaela integra Las Hermanas Vera, dúo emblemático correntino, que en su propuesta sigue destilando magia desde sus dulces voces.
“El chamamé para mi es emoción, poesía, alegría, es añorar tu lugar, en mi caso mi pueblo Caá Catí, (el norteño Departamento General Paz), -describió Boni-. Recuerdo cuando era muy niña y veía a mis hermanas mayores que empezaban a preparar su ropa, a planchar; me llamaba mucho la atención, y escuchaba la publicidad del baile de esa noche con esas bocinas, y sonaba un chamamé, y yo decía, ‘qué linda esa música».
“Y ahora eso me trae mucha nostalgia cuando escucho un chamamé, es tan importante para nosotras (Rafaela y yo) lo que significa el chamamé –expresó-. En nuestra casa escuchábamos todo el tiempo la radio y el chamamé, de ahí es que empezábamos a tararear esas melodías, es pura emoción”.
Boni-como es conocida Bonifacia – agregó: “Cuando voy al campo yo pongo la radio de cada localidad, pueblo o paraje y suena un chamamé y yo lo primero que hago es un sapucay y con eso ya digo todo. El mes que viene estamos viajando por cuarta vez Europa., y lo estamos llevando tal cual como nosotras lo hacemos, lo alegre y lo sentimental de esta música maravillosa”.
Y para redondear su sentimiento y mirada sobre el chamamé y la música argentina, Spasiuk reflexionó: «No se puede pensar la música argentina sin integrar este lenguaje a otros lenguajes que son muy significativos y son muy importantes para pensar la música popular en todo el país».