Buscan aumentar «un 10% por año durante 5 años» la tasa de donantes vivos de riñón en Argentina
Un programa nacional que busca «aumentar un 10% por año durante los próximos cinco años» la tasa de donantes vivos de riñón comenzó a elaborarse hoy en el país, informó el Comité Renal de la Sociedad Argentina de Trasplantes (SAT), que señaló que la meta es que «menos gente muera en la lista de espera».
El proyecto tuvo como puntapié inicial una reunión científica entre especialistas argentinos y el referente mundial Dorry Segev, director del Programa Donante Vivo del prestigioso hospital universitario Johns Hopkins de Baltimore, Estados Unidos, conocido por haber realizado con éxito el primer trasplante renal de donante vivo con VIH a principios de 2019.
«Queremos empezar a adaptar el programa de donante vivo a nuestro país, donde ya tenemos experiencia en ese tipo de intervenciones y hay una lista de espera de 5.257 personas esperando un riñón», dijo a Télam Rafael Maldonado, coordinador de la actividad en la Argentina y miembro del Comité Renal de la SAT.
Maldonado, también presidente de la Sociedad de Nefrología de Córdoba, adelantó que luego de esta primera reunión de trabajo, el objetivo es preparar «antes de marzo de 2020» un documento para «protocolizar la práctica y estimular a la comunidad de trasplante del país a que se una al programa, que comenzaría a desarrollarse el año que viene».
«La lista de espera representa entre un 20 y un 30% de los pacientes que están en diálisis. Lamentablemente no todos acceden a esa lista, y si bien la tasa de donación viene creciendo sobre todo este último año gracias a la nueva ley de trasplantes, sigue siendo insuficiente», afirmó el médico.
Maldonado precisó que en los últimos cinco años se hicieron en el país unos 1.300 trasplantes renales anuales, pero que sólo alrededor de un 25% fue con donante vivo.
«Queremos incrementar esa tasa de donación, que está estancada hace varios años por falta de información y educación, cuando hoy sabemos que donar un riñón es totalmente seguro y que se puede vivir perfectamente con uno solo», destacó.
Por su parte Segev, quien visitó por primera vez Sudamérica invitado por la SAT y Sandoz Argentina, precisó que «el riesgo de muerte en la cirugía que se le hace al donante de un riñón es de 3 en 10.000, es decir, un 0,0003%».
«Es un riesgo muy bajo, de hecho es la cirugía más segura que hacemos. Las personas que aprobamos para ser donantes vivos tendrán una vida igual a la que hubieran tenido con los dos riñones», afirmó a Télam el experto, creador del programa «Live Donor Champion» del Johns Hopkins, que busca «educar a familiares, amigos y personas interesadas para que donen o estimulen a otros a donar».
Segev afirmó que «la vida bajo diálisis es complicada», y que un trasplante «puede cambiar eso sustancialmente».
«Lo que les digo a los posibles donantes cuando los evalúo es que si está en su destino tener una falla renal, aparecerá antes si se tiene un sólo riñón, lo que nos dará más posibilidades de tratarla. Y si no estaba en su destino, entonces su vida será igual con dos riñones que con uno», comentó.
El médico estadounidense explicó que para aumentar la tasa de donante vivo hay que «identificar a alguien que pueda ser tu donante y hablar de eso, ya que mucha gente que necesita un trasplante no lo dice por miedo o vergüenza».
«Hay mucha gente que donaría si supiera que un conocido necesita un trasplante, por eso hay que entrenarse uno y entrenar a las personas cercanas para que informen a los demás», indicó Segev.
El experto señaló que «en el pasado se creía que la gente mayor no podía donar, cuando la persona más vieja que operé como donante hace muy poco tenía 81 años. Tampoco podían donar los obesos, los hipertensos o las personas con VIH, pero hoy en día sabemos más al respecto».
Segev precisó que el «desafío» para la Argentina es «incrementar el número de donantes vivos un 10% por año durante los próximos cinco años».
«El trasplante renal con donante vivo es la mejor opción para la persona que necesita un trasplante, ya que la sobrevida es mucho mayor que la de aquellos que reciben un órgano de donante fallecido», completó el profesional.
Fuente:
Télam