Acoso sexual: el sindicato mundial denunció ante la FIFA a un entrenador argentino
El sindicato mundial de futbolistas, FIFPRO, anunció este mediodía que presentó una denuncia en el Comité de Ética de la FIFA contra un entrenador argentino actualmente empleado por la AFA, después de recibir “múltiples testimonios” -según cita el comunicado- de futbolistas que acusan a técnico de utilizar su posición de poder para intimidar y acosar sexualmente a distintas jugadoras adolescentes.
La noticia impacta en el corazón del fútbol. FIFPRO, una organización internacional de futbolistas formada por 40 asociaciones nacionales que busca defender los derechos e intereses de futbolistas profesionales ante federaciones, clubes y empresas, solicitó a la FIFA la inmediata destitución del entrenador de su cargo actual, en el que en caso de continuar -manifestó- “podría acceder y ejercer poder sobre menores”. Sin embargo, según pudo averiguar LA NACION el técnico no fue sancionado aún y continúa en su cargo.
Es peligroso: el agresor está puertas adentro. La denuncia colectiva se da en un contexto en el que cada vez más deportistas se animan a alzar la voz. En Argentina las y los protagonistas del deporte empiezan a andar un camino que tiene su impacto en cada vez más puntos del planisferio.
La causa por abusos en la pensión de Independiente en el fútbol masculino dejó en evidencia que el deporte más popular no se salva de la problemática social. En la rama femenina y el día después del #MiráComoNosPonemos que impulsaron las Actrices Argentinas tras la denuncia de Thelma Fardin contra Juan Darthés, Ludmila Martínez -hoy futbolista de Platense- denunció en la justicia que había sido abusada por Eduardo Micheli, el entrenador que la dirigía cuando ella tenía 9 años.
“Decidí contarlo porque él sigue dando clases y puede volver a pasar”, contó en 2018. Explicó que se sintió respaldada: “Ya no tengo miedo de decirlo, cada vez somos más”.
La frase “y ahora que estamos juntas” que cantan las mujeres y diversidades en Argentina con más fuerza desde la marcha por Ni Una Menos en 2015 empezó a apuntar también contra la hipocresía del sistema del fútbol.
Mientras en el fútbol masculino hay jugadores denunciados por violencia de género que ocupan su lugar adentro de la cancha todos los fines de semana, las futbolistas buscaron el amparo de FIFPRO como su manera de organizarse.
La FIFA ya tiene sus testimonios. Y si bien tiene que llevar adelante la investigación esto no implica que la AFA no pueda tomar las medidas que considere necesarias. Todavía no hubo una presentación en la justicia.
El Código de Ética de la FIFA fue actualizado en 2019 y hubo modificaciones puntuales en las sanciones por abuso sexual, acoso y explotación. Cuando presentó los cambios la entidad asumió el compromiso de aplicar una política de tolerancia cero frente a las violaciones a los derechos humanos. Con la tipificación del abuso sexual y la explotación, las sanciones podrían ser de diez años como mínimo.
El miedo y el silencio
En su libro “Guerreras. Fútbol, mujeres y poder”, la arquera y magister en Sociología de la Cultura, Gabriela Garton -hoy en el Melbourne Victory de Australia-, trabaja la violencia sexual, verbal y física que sufren las y los futbolistas y señala que tanto varones como mujeres no denuncian a sus abusadores por miedo: a tener que irse del club en el que están, a revivir la experiencia y a sentir vergüenza.
En este sentido cuenta la historia de una jugadora -utiliza un seudónimo para resguardar su identidad- que en 2014 recibió un mensaje de Whatsapp de su director técnico con un contenido sexual. “Junto a una fotografía de su cuerpo semidesnudo, el entrenador le solicitó directamente fotografías sin ropa. Ella se negó, pero eligió no denunciarlo a la dirigencia del club. Tampoco habló con otra figura de autoridad en el equipo. El director técnico luego le aclaró que tuviera cuidado porque él tenía ‘amigos poderosos’ dentro de la institución”, escribió Garton.
En “Guerreras (…)”, la arquera e investigadora remarca que el abuso sexual, tanto verbal como físico, hacia las deportistas es una de las manifestaciones de la precariedad de la disciplina. Habla del silencio como miedo a una posible revancha del abusador y hasta de la institución.
“Cuando le aconsejé a Martina que hablara con la dirigencia (…), se negó. Me dijo que no serviría denunciarlo porque era su palabra contra la del técnico y la institución no la iba a apoyar por sobre el entrenador. (…) Ella prefirió terminar la temporada y alejarse del club en silencio, dejando al técnico en su lugar (…). Aun si Martina hubiera elegido proseguir con una denuncia formal, no había un procedimiento claro para seguir”, detalló la arquera. La denuncia que presentó FIFPRO busca también ponerle fin a las complicidades machistas.
El fútbol femenino latinoamericano transita el proceso histórico de alzar la voz. En 2019, el director técnico de la selección colombiana Sub 17, Didier Luna, y el preparador físico Sigifredo Alonso fueron denunciados ante la Fiscalía General de la Nación por dos integrantes del equipo por presunto acoso sexual y laboral.
En octubre del año pasado, el Centro de Investigación Periodística (CIPER) de Chile publicó el artículo “Me too: los archivos secretos del fútbol femenino en Chile”, una investigación sobre abusos en el fútbol.
“En nuestro país, a partir del Ni Una Menos se produce una ampliación del concepto de violencia -analiza Julia Hang, Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de La Plata-. Entonces se reconoce que muchas situaciones que vivían las mujeres que antes eran percibidas como normales, en verdad pueden entenderse como violentas. Por ejemplo, el acoso callejero o los comentarios sexistas”.
Para Hang, becaria del CONICET, esto empieza a impactar en el fútbol. “Si bien la violencia machista no es exclusiva del ámbito deportivo, en los últimos años aparece fuertemente cuestionado por las deportistas, que comienzan a poner en debate que para ser una deportista de alto rendimiento haya que soportar cualquier tipo de abuso, entre ello, abusos sexuales. Aparece en el centro la cuestión del consentimiento. Y se comienza a visibilizar y a poner en palabras los abusos sufridos, que se inscriben en la desigual relación de poder y de vulnerabilidad en que se encuentran muchas jugadoras. No llama la atención que sean las futbolistas quienes denuncien, este colectivo que ha sido históricamente maltratado”.
Los casos en gimnasia
La publicación del documental ‘Atleta A’ sobre los abusos en la gimnasia estadounidense marcó un antes y un después en el deporte. Larry Nassar, el médico que durante tres décadas abusó de por lo menos 265 niñas gimnastas de entre 6 y 19 años transcurrió 30 años en su cargo. Habían recibido avisos de sus abusos la Federación de Gimnasia, el Comité Olímpico, la Universidad de Michigan y hasta el FBI. Las mujeres y diversidades en el mundo, y también en el deporte, escriben carteles con la palabra “Basta de violencia machista” en las marchas y en las canchas.
Las deportistas hablaron en Gran Bretaña, en Japón, en Australia, en Holanda y en Nueva Zelanda. Le pusieron voz a las violencias que escondían en sus cuerpos.
“Cuantos más testimonios haya, más creíble, aunque no debería de ser así porque con que haya uno, suficiente. Decidí contarlo porque el profesor sigue dando clases a nenas y nenes y puede volver a pasar en cualquier momento”, dijo Ludmila Martínez cuando hizo su denuncia.
La socióloga Julia Hang cree que después de la denuncia presentada por FIFPRO se sumarán más voces. “Aparece el tema del reconocimiento y la visibilización. Que un montón de jugadoras muestren que eso les sucedió, va a hacer que otras -inclusive de otros deportes- comiencen a desnaturalizar lo vivido”, dice. Y aporta el desafío: “Es importante que haya dirigentes en todas las federaciones capacitados en perspectiva de género para que puedan reconocer esas situaciones como violencia. Si los dirigentes y los entrenadores que se encargan de cuidar a las deportistas no reconocen las violencia en estas acciones no se puede trabajar sobre ellas”.
Fuente: La Nación.